Entre las calles de nuestro barrio habita gran cantidad de talentos, entre ellos Antonio Rodríguez, miembro del grupo Smash, que marcó una época durante finales de los años 60 y principios de los 70, tanto a nivel regional como nacional. Padres del rock andaluz, el legado de Smash trasciende hasta la actualidad. Antonio Smash continuó su prolífica carrera integrándose en proyectos artísticos como los de Silvio y Luzbel, Pata Negra, Lole y Manuel o Kiko Veneno. Luego llegó el momento de emprender su proyecto personal y, después de sacar tres discos al mercado, ahora prepara el cuarto.
– ¿Qué recuerdo tienes de El Tardón durante las décadas de los 60 y 70 en relación al movimiento cultural existente? ¿Por qué ese barrio de Triana estaba lleno de artistas que, además, abanderaron en el ámbito nacional tendencias musicales vanguardistas que mezclaban lo autóctono con sonidos procedentes de otros lugares?
– Por esa época, lo que ahora es el Parque de los Príncipes entonces era un campo salvaje. Allí se celebraba la feria del ganado. Se reunían muchos gitanos para cantar y bailar. También era punto de reunión de músicos de espíritu hippie como nosotros. Íbamos gente de Smash, Gong o los Nuevos Tiempos. Nos juntábamos para tocar y ensayar. Llevábamos un tocadiscos de pilas y escuchábamos discos que nos resultaban curiosos o interesantes. Compartíamos todo eso con ellos, nos divertíamos juntos. Puede ser que ese fuese el principio de un espíritu colectivo de fusión que se fue dando de manera natural. Aunque de eso tomáramos conciencia un poco más tarde.
El rock es una forma de expresión universal, independientemente de donde haya nacido. Incluso Estados Unidos es una mezcla de culturas mundial. Partiendo de la base de que todo empieza con el blues, el punto de partida es África. Luego llegaron el jazz y el rock. Era una música que te captaba por la vibración y el propio sonido que despedía. No nos importaba mucho no entender las letras. Ya nos causaba sentimiento y nos movía por dentro lo que escuchábamos. Más tarde empezamos a mostrar interés por lo que decían y, curiosamente, tenía que ver con lo que sentíamos, sin ser conscientes de lo que expresaban en un principio.
– Silvio Fernández Melgarejo (1960-2001), Nuevos Tiempos (1967-1970), Gong (1967-1971), Smash (1968-1973), Green Piano (1969-1972), Goma (1974-1976), Triana (1974-1983), Imán (1976-1980), Alameda (1977-1983)… Se creó una escena de rock sevillano verdaderamente legendaria durante esas dos décadas.
– Fue una movida muy auténtica. A Nuevos Tiempos pertenecieron Jesús de la Rosa (vocalista del grupo Triana), Manolo Rosa (posterior bajo de Alameda)… También existía Green Piano por las mismas fechas y Smash o Los Ceros. Era un movimiento de rock progresivo y experimental, en el que estaba muy presente la psicodelia y nos inspiraban artistas como Cream o Jimmy Hendrix. Había mucha complicidad con el público en los conciertos. Los demás grupos vinieron después.
– ¿Por qué Sevilla marcando el ritmo de la producción del rock & roll en el resto del país?
– Sevilla tuvo una especial relevancia en esa época con respecto a la música de rock en España. Toda aquella movida se vivió aquí con pasión, tanto por parte del público como de los músicos que compartían ese sentir. A la base de los americanos de Rota llegaban discos inéditos en nuestro país. Gonzalo García Pelayo (mánager de los Gong y más tarde de Smash), de alguna manera, conseguía estos discos (Frank Zappa and the Mother of Invention, Pink Floyd, Jeff Beck Group…) y los ponía en su club “Dom Gonzalo”, donde se daban cita músicos y aficionados de la escena del rock en Sevilla. Aparte, también llegaban a algunos programas de radio como “Nata y fresas” en Radio Sevilla, dirigido por Joaquín Salvador. Todo esto, en gran medida, influyó en el ambiente rockero sevillano. Por entonces yo tendría 16 años. También en Barcelona se respiraba un buen ambiente musical. Smash era muy reclamado por allí.
– ¿Cuáles son tus primeras experiencias en la música y qué te hizo interesarte por ella?
– Mi padre era muy aficionado a la música. Le encantaba el flamenco. Traía muchos discos a casa pero, de vez en cuando, se dejaba caer con algunos artistas extranjeros como Paul Anka, Neil Sedaka, The Blue Diamonds, la orquesta de Glenn Miller… En esa época tendría nueve o diez años y me interesaba aquello. Estaba acaparando mi atención. Cuando escuché a The Beatles en la radio sentí definitivamente que quería tocar. Empecé con la batería. Me gustaba llevar el compás. Formamos un grupo entre amigos del barrio, del Tardón, anterior a los Foren Dhaf. Teníamos el mismo sentir con unos catorce años. En mi casa tenía un engendro de cacerolas y de panderetas pegadas para percutir. A mis padres los tenía ya un poco mareados. Usábamos instrumentos caseros.
– ¿Cómo llevaron tus padres ese interés por la música?
– Había un choque generacional. En mí comenzó a provocarse rechazo hacia los gustos musicales de mi padre, como el flamenco. Sin embargo, él era una persona fantástica y por casa pasábamos durante esa época todos con las pintas aquellas. Aguantó mucho. Más tarde lo entendí. Pero en eso momento bastaba con que algo le gustara a mi padre para que a mí no. A él le repateaban Bob Dylan y los Rolling Stones. Con el tiempo vas madurando y te vas abriendo. Cuando Manuel Molina entró en Smash se despertó en mí el interés por el flamenco y empecé a mirarlo con otros ojos. Se dio en esas fechas, además, que sacaron juntos un disco Camarón y Paco de Lucía. Camarón fue un cantaor que influyó en muchísima gente joven, entusiasta de otro tipo de música, que gracias a él se acercó al flamenco. Como congeniamos, de la mano de Manuel Molina empecé a mostrar interés por la Fernanda y la Bernarda de Utrera, Chano Lobato… Igualmente, Manuel Molina comenzó a interesarse por otro tipo de música gracias a nosotros, como el disco “White” de The Beatles o Jimmy Hendrix. La época de Smash con el flamenco fue muy enriquecedora.
– ¿Siempre has vivido en Triana?
– Nací en la calle Fabié. Al poco tiempo mi familia se mudó al Tardón. De hecho, aquí recuerdo el primer grupo del que formé parte, Foren Dhaf. No significa nada. Le pusimos ese nombre por cómo sonaba. Ahí ya teníamos guitarras eléctricas de verdad y de mejor calidad. Además de mi propia batería, que se la compré a un músico de orquesta por 800 pesetas. Fue interesante. El grupo tendría una media de 15 años. Éramos cuatro. Todos del Tardón, excepto Julio, que era de Heliópolis. Un cantante, Carlos, con unas cualidades tremendas. Como guitarrista, Miguel Lobato, que tenía mucha inventiva, Julio Matito tocando el bajo y yo. Hacíamos versiones. Con Foren Dhaf empezamos a tocar en sitios de la época como el Club Yeyé, el estadio de la Macarena o el Casino de la Exposición. A muchos les hacíamos gracia porque se nos veía muy jovencitos pero tocando temas de artistas como Rolling Stones, Percy Sledge, Satus Quo, Jimmy Hendrix… Y no lo hacíamos del todo mal.
– Cuando un empresario como Gonzalo García-Pelayo decidió apostar por vosotros, ¿qué pensaste?
– Gonzalo en aquel tiempo tenía el club y se aventuró a ser mánager, en principio, de los Gong, que eran muy buenos. Gonzalo conocía a Gualberto que, a su vez, era amigo de los componentes de los Gong y los Nuevos Tiempos. Todos eran de la misma quinta.
– ¿Cómo surgió Smash?
– Recuerdo que estábamos tocando en el Club Yeyé y, estando en el escenario, miraba a veces a la derecha y veía a un tío delgado, con un traje negro, pelado con flequillito como los Small Faces y con gafas oscuras. Asistía a más de un concierto. Se quedaba viéndonos. No decía nada y se iba. Incluso con Julio lo comenté. Al final lo conocimos y era Gualberto. Hablando con él coincidimos en varias cosas. Le gustaban los grupos vocales, como The Byrds, The Beatles, The Kinks… Al mismo tiempo, Gonzalo le había propuesto a Gualberto apoyarlo si se decidía a hacer un grupo comprando instrumentos, ya que Gualberto era un poco inquieto. Salía de un grupo, entraba en otro… En principio, parecía que iba a formar el conjunto con Mané de los Gong y con Silvio. No sé qué sucedió. Después, Julio y yo tuvimos un par de encuentros más con Gualberto, que se mostró interesado. Echamos un rato ensayando y salimos contentos. Nos lo pasamos bien y, a partir de ahí, nos propuso Gualberto hacer un grupo, un trío. Yo todavía no conocía a Gonzalo. Así surgió Smash.
– Cuéntanos cómo se incorporó a Smash Henrik Liebgott.
– Él sacó a relucir la similitud entre el blues y las bulerías, con los doce tiempos. Cambia el acento pero el aire es muy parecido. A Henrik lo conocimos en un festival en Algeciras. Íbamos como Smash (Mané de los Gong, Julio Matito y yo, porque Gualberto estaba en EEUU en ese momento) y Henrik con “Los Solos de Jerez”. Nosotros nos llevamos el primer premio y “Los Solos” el segundo. En los camerinos del festival, que eran unas tiendas en unos jardines, al aire libre, nos visitó Henrik, un tío muy agradable, al que le llamó la atención Mané porque iba con la cabeza rapada y a él le gustaba la cultura hindú. Entablamos conversación.
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Se dio la ocasión de que el grupo ganador tenía que interpretar un tema e invitamos a Henrik a tocar con nosotros como fin de fiesta. Hicimos una versión de “Rock me baby”. Nos despedimos con muy buen rollo y al mes nos vimos en Sevilla. Vino a un ensayo, tocamos juntos e hicimos amistad. De manera natural, se quedó. Cuando volvió Gualberto estaba Henrik. Ambos congeniaron mucho porque Gualberto sentía gran interés por la música india, de hecho llegó con el sitar. Parecía un indio con el pelo lacio por la espalda.
– ¿Qué factores intervinieron en el éxito de Smash?
– Éramos de carácter atrevido, inquietos y apasionados. Quizás nos hizo destacar atrevernos a hacer temas propios. Éramos distintos, rebeldes en actitud (en la estética y manera de vivir) pero no violentos. Cada uno tenía unas influencias y una forma de componer. La idea de cada uno la hacíamos de todos. Nos adaptábamos. Esa variedad le daba riqueza al grupo.
– ¿Cómo os influyó la política?
– Julio era el que estaba más implicado y se interesaba por los artículos de prensa. En nosotros siempre ha primado la visión artística. Mediante la música nos expresábamos. Teníamos vocación. En general, las tendencias eran de izquierdas pero de manera natural. Éramos músicos. No teníamos espíritu de cantautores. Contábamos con libertad total, tanto en el aspecto político como en el humano. Vivimos la censura con naturalidad. Sabíamos lo que pasaba pero le echábamos poca cuenta. Incluso nos estimulaba. Por ejemplo, recuerdo haber criticado la pinta de “los grises”. A posteriori he analizado más de una cosa y he pensado: “hay que ver cómo éramos”. Aún así, no primaba el criterio político. Aunque más tarde Julio militó en el PSOE, antes del intento de reagrupación de Smash. En él también preponderaba lo artístico.
– Digamos que a Smash se lo cargó lo comercial durante la etapa de fusión con el flamenco. No estabais a gusto. No os quisisteis vender.
– Empezamos a tener problemas con la discográfica y el mánager. Ellos tenían intenciones meramente comerciales y a nosotros nos gustaba lo que hacíamos, pero nuestra vocación era más artística. Teníamos una serie de temas tirando por un camino (que no tiene por qué ser menos comercial, pero a lo mejor hay que trabajárselo más desde fuera y saber venderlo). Ellos querían vender otros productos, así como “El Garrotín”, pero teníamos más cosas, más profundas. Ahí disponíamos todos de interés, incluido Manuel Molina.
– Encontrar hoy en día en la música a gente que tome esa determinación tan radical en esas circunstancias es complicado.
– Era igual de complicado que ahora. Estamos en un país difícil. Y, por supuesto, para el rock en el sentido potente. Esto es muy tradicional y hay muchos prejuicios. Pero, cuando a lo que te dedicas es de vocación, a eso va unido que defiendas mucho lo que eres y no es fácil que te dobleguen por una suma. Hay que tener picardía, claro. Con las carencias que podamos tener los que llevamos en esto ya un tiempo, en el fondo sigues siendo el mismo. A mí me gusta llevar a cabo lo que soy y actualmente lo sigo defendiendo. También es verdad que hoy se va industrializando y estandarizando todo.
– Muchos consideran a Smash pioneros del rock andaluz y del rock flamenco pero me temo que no opinas lo mismo. ¿Rock andaluz sí pero rock flamenco no?
– Smash es un grupo de rock experimental, incluso cuando llegó la fusión con el flamenco. No nos gustaba que nos pusieran etiquetas. Queríamos hacer música de manera libre. Componiendo rock, si escuchas los discos, no hay dos temas iguales. Cada uno teníamos nuestras propias influencias y, en plano general, eran muy variadas. Eso se incrementó con la incorporación de Henrik Liebgott y Manuel Molina. Dentro del rock escuchábamos música muy diferente, incluso fuera del rock. A Gualberto y a Henrik les encantaba Ravi Shankar. Incluso Gualberto, que tiene parte de gitano, conocía ya el flamenco. Sabía tocar bulerías con la guitarra… Antes de que entrara Manuel Molina. Así cuando él llegó no le sonó novedoso.
También nos gustaban Led Zeppelin, Simon & Garfunkel, Incredible String Band, Elvis Preasly, Chuk Berry, Traffic, Spencer Davis, Eric Burdon, The Beatles (ya dentro de los mismos Beatles había variedad a la hora de componer, por ejemplo entre John Lennon o Paul McCartney…), además de los artistas mencionados anteriormente. Era una amalgama de estilos. Escuchábamos música clásica. Cuando componíamos plasmábamos esas influencias. Fue una época de gran imaginación y riqueza musical. Una etapa muy productiva. De ahí partieron muchas cosas que surgieron luego. Smash estaba influenciado por todo eso.
– Algunos os toman como precursores del grupo Triana.
– Triana salió tiempo después de habernos separado. Ellos tienen otro tipo de inspiraciones diferentes a Smash. Su sonido es distinto. Conociendo a Jesús, que me encantaba como cantaba, bebían de otras fuentes. En los Nuevos Tiempos ya tenían versiones de The Doors, Procol Harum, Traffic… Cuando escucho a Jesús cantando en Triana me recuerda a todo aquello. Las influencias de Smash eran más psicodélicas. Igual que Alameda era distinto a Triana también.
– ¿Por qué pegó ese pelotazo Triana?
– Quizás nace una época propicia ya para eso y el enfoque de las canciones, aparte de su calidad, era más comercial desde el punto de partida. Smash era más underground.
– Se organizó una recomposición del grupo. ¿Cómo surgió la idea de volver a reagruparos?
– En esa época vivía en Madrid. Estaba trabajando con Coz y el grupo Granada. De buenas a primeras llaman a la puerta del sitio donde vivía. Abro y veo a Julio y a Gualberto después de años sin verlos. No me llamaron ni nada. Entonces Julio, que era como era, me dijo: “haz las maletas que nos vamos”. Me plantearon el tema de rehacer Smash porque estaban seguros de que me iba a gustar la idea. Decidimos hacerlo. Seguíamos con el mismo espíritu. Ni se nos pasó por la cabeza volver a los temas de años atrás. Queríamos continuar con material nuevo y canciones inéditas. Todos, en nuestra línea, teníamos música nueva. Esa esencia siempre ha acompañado a Smash. Incluso cuando nos hemos reunido de manera más reciente por un documental de Gervasio Iglesias o en festivales y bienales.
Había un repertorio, lógicamente, pero siempre una inquietud por ofrecer algo nuevo. También con el flamenco. Gualberto trajo una cosa instrumental. Una fusión con el flamenco no hecha hasta entonces, con tiempos de bulerías y diversos palos del flamenco. No llegamos a grabarlo. Era diferente a “El Garrotín”. No está mal crear algo como ese tema, tuvo su punto. Está bien hacer una cosa sencilla para que llegue a la gente pero lo que no veo bien es coartar la libertad y la imaginación para seguir haciendo otras cosas, que no quiere decir que no lleguen al público. Se han de educar los sentidos. Es una de las funciones del arte.
– La ilusionante iniciativa se abortó por un desafortunado accidente en el que falleció Julio Matito.
– El accidente de Julio fue de sopetón y bastante fuerte. Cuando llegamos a Sevilla empezamos a probar con otro músico, que era bueno, pero pesaba demasiado. Fue como algo irreal, éramos amigos desde chicos.
– Aparte de Smash, has trabajado con artistas de la talla de Lole Montoya, Pata Negra (1987-1990), Coz, Kiko Veneno, Goma, Silvio y Luzbel, Barra Libre, Gas… ¿Qué te han transmitido a nivel artístico y humano todos ellos?
– En este tiempo siempre he tratado de participar en sitios en los que de alguna manera encajara o me gustaran, no como una obligación profesional o económica. Con Goma estuve antes de la segunda etapa con Smash. Tras eso, llegué a Sevilla y colaboré con Silvio y Luzbel y el grupo Gas. Este periodo me ha aportado experiencia. Con Lole y Manuel siempre era un reto. El primer arreglo de cuerda que hice fue con ellos. Manuel Molina sabía que a mí eso me gustaba y cuando me llamaba era para sorprenderme con algo. Para mí eso era fantástico porque seguía aprendiendo.
Con Smash, en “El blues de la Alameda” me decía: “fíjate en el baile”. Porque yo tocaba blues pero usaba el bombo a veces con acento de cómo se baila. Nos hemos querido mucho. En Smash rápidamente nos entendimos a nivel humano y musical. Creo que fue en el disco “Alba Molina” cuando hice los arreglos para cinco instrumentos de cuerda (dos sesiones de violines, chelo, viola y contrabajo) en unas alegrías.
Con “Pata Negra” toqué la batería en el disco “El blues de la frontera”, pero el bajo en la canción “Camarón”. Fue toda una experiencia. Son muy intuitivos, salvajes, de gran imaginación y con gran espíritu de riesgo. Cuando entré tenían medio disco grabado y llegué para algo muy puntual: colaborar en Barcelona en el Mercado de las Flores tres días porque no tenían batería. Me llamó su mánager de entonces. Me apeteció la idea porque me gustaba lo que hacían. Dije que sí y cuando volvimos a Sevilla me dieron un toque por si quería acabar con ellos el disco de “El blues de la frontera”. Lo vi fantástico y, a partir de ahí, estuvimos cooperando. Con Kiko Veneno he estado también siete u ocho años y conocí muchos músicos distintos e interesantes. Me encanta como escribe y cuenta historias.
– A día de hoy la gente lo sigue idolatrando y has vivido muchos momentos con él, como cuando le cantó al Cristo de El Silencio aquella saeta: “Arrivederci mi Cristo (…). Malditos romanos”. Cuéntame sobre tu experiencia con ese bendito genio llamado Silvio Fernández Melgarejo.
– Un recuerdo entrañable. Una persona a la que he querido mucho. No hay otro como él. Tenía un sentido del humor desmesurado, contagioso. Había mucho magnetismo en el escenario. Vivimos infinidad de momentos divertidos. Recuerdo una entrevista con él que nos hizo un periodista madrileño. El hombre era un poco “mijita”. Se expresaba fantástico y, de vez en cuando, te llamaba la atención por algo. En fin, al terminar la entrevista nos preguntó: ¿hay algo más que añadir? Y contestó Silvio mirándolo: “Sí. Que el Triángulo de las Bermudas es obtuso”. Lo dejó tirado (risas).
– También te has preocupado por formarte musicalmente.
– Ya en Smash cada uno tocaba distintos instrumentos (Henrik la tabla, el violín, la flauta o la guitarra, Gualberto la guitarra, el sitar, el piano o la flauta, Julio el bajo, la guitarra y le encantaba la batería, incluso se defendía con el piano) y a mí, aparte de la batería, me gustaba coger la guitarra y me encantaba el bajo. Además, a todos nos gustaba cantar y cada uno cantaba los temas que componía. Éramos un poco autodidactas. De mayor estuve ocho o diez años en el conservatorio. Allí adquirí una serie de conocimientos que me los traje a mi terreno. Hice 5 años de solfeo, percusión hasta el grado medio, armonía y un montón de asignaturas como conjunto coral o instrumental. Tuve que ponerme las pilas. Me defendí entre la técnica que iba adquiriendo (en el conservatorio) y la imaginación cuando, por ejemplo, tuve que hacer los arreglos de cuerda a Lole y Manuel.
– ¿Tus inspiraciones preferidas para componer? ¿Por qué temas te decantas? Amor, política, tus raíces, problemas sociales, motivos festivos…
– En la música que hago se pueden apreciar influencias de diversos estilos. No tengo prejuicios, todo lo que me llegue al corazón me gusta mostrarlo. En la temática de las canciones puedes escuchar desde letras románticas a letras de contenido crítico social e incluso dosis de humor, al igual que con la música me gusta disponer de total libertad a la hora de expresar.
– Luego has publicado trabajos en solitario. Nada más y nada menos que “Jardín secreto” (2002), “Balas de amor” (2012) e “Intronauta” (2015), aunque con mucho tiempo transcurrido entre cada publicación. Has continuado actuando en sitios muy especiales como el Lope de Vega o Territorios Sevilla. ¿Qué tal esta etapa?
– Cada uno de esos tres discos transmite algo diferente. Hay una evolución lógica pero las raíces siguen presentes. A eso le he añadido más. No me gusta que me encasillen. Necesito sentirme con libertad a la hora de hacer música, al igual que pasaba con Smash. Estoy abierto a continuar escuchando y a seguir hacia delante. Para crear mi música actual he jugado con las armonías vocales combinadas con la parte del solista que generábamos en los temas de Smash.
“Jardín secreto” lo interpretamos en directo con el grupo que llevaba y luego nos metimos en el estudio. Ahí canté, toqué guitarras y el teclado. Me acompañaron David López a la batería, Nacho Collado a la guitarra, Álex Kugel al bajo y Lourdes Rodríguez en los coros. “Balas de amor” fue como un reto. Un trabajo desde casa, más íntimo y con otros instrumentos. Hay colaboraciones nuevas en cada disco pero es verdad que los colaboradores con los que cuento pueden repetir en los dos últimos discos porque ya están integrados en el grupo que llevo. En el Lope de Vega, Gualberto estuvo conmigo e hicimos un par de temas de Smash. Yo me senté en la batería. Tocamos “Forever Walking” y “Tarantos”.
– ¿Qué artistas del rock o de otros géneros distintos te inspiran o te han inspirado?
– Pues en Smash, como te decía, nos gustaba la música clásica, la hindú o el jazz. A Henrik le encantaba John Coltrane. Al final escucho de todo. A lo largo del tiempo que llevo en la música he escuchado muchísimas cosas. He tenido contacto con bastantes músicos. Eso te hace ser más receptivo a distintos sonidos. A mí, últimamente, mi proyecto me acapara mucho y no estoy muy atento a lo actual. A veces bicheo por internet. Indiscutiblemente hay cosas buenas. Aun así he seguido escuchando grupos, que tienen ya un tiempo, como Foo Fighters, Soundgarden, Jeff Beck y a su bajista, Tal Wilkenfeld, buenísima, una chavala que ahora está grabando sola.
– ¿En qué momento personal y artístico te encuentras ahora?
– Voy a sacar un nuevo disco. Aún no tiene nombre ni fecha de lanzamiento. Estoy muy centrado en este proyecto. Me gusta que cada disco despida algo distinto, incluso entre las propias canciones. Las influencias de lo que hago son muy diversas. Como instrumentista toco bajos, teclado, guitarras eléctricas y acústicas o batería. Hago arreglos… Me preocupo por cuidar la producción. En el estudio entro ya con las cosas claras (base, líneas de bajo…). Luego empiezo a pensar en los colaboradores con los que me interesa contar.
Durante esta etapa funciono con tres formatos distintos. Tengo una banda con siete músicos más, un formato acústico con cinco músicos y otro también acústico muy reciente, de dúo (chelo, guitarra y voz), con el que haré algo en Sevilla el 4 de febrero; tocaremos en La Sala, en el Pumarejo. Tenemos los ensayos muy avanzados. Voy a contar con Daniel Escortell, un músico gaditano que toca el bajo con Glazz. Los otros formatos son para sitios grandes, como festivales.
– Baterista, guitarrista, bajo, teclista, compositor, cantante, productor… Has aportado y lo sigues haciendo en múltiples ámbitos de la música. ¿Con qué te quedas?
– Cada una de estas funciones las siento como necesarias para expresarme. Siendo muy joven ya tenía curiosidad e interés por otros instrumentos aparte de la batería, instrumento muy sacrificado, con el que empecé y que no dejo. Desde la batería tenía que prestar atención a lo que sonaba a mi alrededor, o sea, escuchar. Eso te enseña mucho. Actualmente en mis discos hago uso de toda esta serie de funciones y a todas las considero importantes.
– ¿Cuál es el legado de Smash?
– Quizás eso tendrían que decirlo otros. Supongo que el haber contribuido a que se originara una movida como la que hubo, con tantos grupos, cada uno con su propia identidad.
Javier Fernández Maeso